Torre Cultural

Por Pedro Félix Gutiérrez 

TRISTEZA INFINITA

Hoy abandono por un momento, no lo sé, escribir sobre literatura, cine o de escritores y personajes francamente positivos y de las formas culturales diversas que se han asentado en San Luis Potosí:

 

- Me duele el alma, amiga mía,

- Hay dolor en tus ojos, querido Pedro.

- Te invito un café. No mejor déjame tomar... té…

 

El crimen avanza con giros insospechados hasta hace poco -dije- y las áreas urbanas y rurales se confunden. “En todas partes es igual”, dijo la Señito que leía el periódico.

 

“Matan a mujer”...”Niños perdidos, encontrados también asesinados a golpes”. Leo y se cae el mundo a pedazos. La indiferencia, el comentario mordaz, la agresión cotidiana... Ojalá y los maten también. “Ojo por ojo, diente por diente”, la sentencia bíblica presente en los primeros años del Siglo XXI.

México, un país en el que cada día matan a 3 niños -y otros 7 desaparecen-, y que en promedio entre 9 y 10 mujeres son asesinadas. Un país entre 80 y 100 personas o más en las frías estadísticas del homicidio doloso.

Recuerdo mi primer impacto psicológico. La historia de las Poquianchis, tratantes de blancas de entonces y asesinas de prostitutas en las condiciones más ínfimas y degradantes del ser humano. Las revistas de crímenes eran Alerta y Alarma. Las “buenononas” de entonces en la picaresca del jaja y Playboy sólo en peluquerías. Ahora está el espectáculo para las masas a través de la serie que filma Netflix en san Luis Potosí.

 

Algo me sucedió de pronto. Me encontré de joven profesionista realizando el primer estudio sobre criminalidad en el estado por distrito judicial. Eran principios de los ochenta. Y luego el suicidio y los intentos del mismo fenómeno que estudié durante diez años y que generó una tesis para su tratamiento e intervención posterior. Los niños que inhalan cemento, las pandillas, el divorcio. En el primer plan de seguridad pública en Ciudad Valles ahí lo propuse. En fin, lo que denomine “Patología Urbana” que teóricamente comprende la psicología social, el urbanismo y la salud pública. Nadie hizo caso ni nadie financió el estudio. Todo fue con recursos propios.

 

Treinta años después, sin guerra, en una transición económica y demográfica que no acaba de terminar, el país ya tiene su geografía de ríos de muerte y sus lagunas de sangre. La indiferencia, el temor, la crueldad y abismos internos se han convertido nuestro hábitat en un lugar podrido. Sórdido.

Desde la elemental agresión entre automovilistas, pasando por los gritos y amenazas en las casas a niños y ancianos, los choferes del transporte urbano contra el peatón, nos hemos convertido en depositarios de la violencia. Eso sí, la fingida sonrisa de los buenos días hasta para anunciar hechos de sangre en la TV, en el hipócrita exterior que es más bien una mueca. Hay miedo y sombras.

 

Las diversas patologías han inundado nuestras calles, centros de trabajo y recreación, hogares y antros -por supuesto-. En las relaciones de pareja la agresión al otro a flor de piel; suicidios, divorcios, asesinatos, robos, agresiones, accidentes el tráfico, secuestros, los levantones y desaparecidos. La ciudad marcada por el grafiti inexplicable a los ojos de legos mientras la muerte espera, el robo al acecho, la perdida y el desequilibrio del espacio vital de la ciudad.

 

Perdimos el nosotros, la identificación colectiva ,la solidaridad social, la capacidad de asombro e indignación de convivencia y no tenemos un modelo que sustituya a este. Cada uno de nosotros regresa al origen y ahí se refugia para salir al día siguiente a partírsela, para emprender mediante pequeños combates la lucha por la sobrevivencia.

 

El tejido social, esa manta invisible que da certeza y seguridad, está horadado, roto. Sus hoyos invisibles también mantienen el vacío, la escritura del desastre, Hago analogía con lo que escribe José Emilio Pacheco.

Todo nos vuelve frágiles, indefendibles, estamos en el fondo. Me preguntó si así nos gusta estar, si este es nuestro verdadero carácter, nuestra verdadera idea de la vida en común en el desaseo de nuestro destino caídos ya los castillos de arena.

 

Esta visión inhumana de nuestra sociedad actual como un matadero, un rastro sin rostros y restos escondidos sólo indagados por las mujeres y madres buscadoras para encontrar algo de paz en sus corazones. No es mi deseo dar una versión apocalíptica, pero el crimen -a pesar de tener rostro-, sigue siendo un desconocido.

 

Entre el silencio cómplice y el humo, la neblina que nos pierde, la evaporación. Una tragedia; dos, tres, cuatro. La tragedia, las miles de tragedias cotidianas sin esperanza. La muerte es esperable, no inesperada, por accidentes, agresiones o violencias sin esperanza.

 

¿Cuál es la verdadera naturaleza de nuestro pueblo? No nos engañemos creando paraísos falsos de urbanidad y aparente felicidad. Tomemos otras desiciones y enfrentemos el reto. Es hora de no cerrar los ojos, de no dejar de ver ni dejar pasar. Descubrir la cara oculta de la luna entre un pueblo fanático de la nota roja que sí vende.

La crueldad y el morbo son la química que recorre nuestra organización social y no es cuestión de semáforos o de encender la luz que tienen los prostíbulos. Es ir de lo más sencillo a lo más complejo para hacer una gran cohorte social para definir y empezar de nuevo. Por supuesto que con el remedio y el palito al alcance de todos. O seguiremos preguntando por quién doblan las campañas cuando su sonido ya tampoco se escucha ni su rezo tampoco.

 

Es hora de llorar desgracias propias y ajenas. Recuerdo una foto del Gabo con el ojo morado por el puñetazo que le dio Vargas Llosa. Hasta en las mejores familias. Las trompadas entre amigos a la hora de salida de la Secundaria “Jaime Torres Bodet”, aquel personaje que escribió con los seudónimos de Celuloide, Sube y Baja y Marcial Rojas perteneciente al grupo de Los Contemporáneos. En el callejón los madrazos y después tan cuates como siempre. Eso ya no existe. Nobleza obliga. Ahora los ejemplos son otros, trágicos y espeluznantes de gente golpeada por muchos en el piso. Da tristeza infinita.

 

Ver y enseñar a ver para dejar atrás la infancia espiritual.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

Pedro Félix Gutiérrez

pfelix2000@hotmail.com

X: @pedrofelixgutie

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Es académico investigador por la UASLP la cual ha publicado sus libros. Es considerado buen escritor y poeta. Sus columnas periodísticas son culturales

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