El Alfil Negro
CUANDO LA DIGNIDAD VALE UNA ENCHILADA

Por Ramón Ortiz Aguirre
«Munera capiunt hominisque deosque»
(Los regalos seducen a los hombres y a los dioses)
Ovidio
¿Cuánto puede valer la dignidad? Esta pregunta me intriga porque creo que muchas personas no conocen su significado, mucho menos cuánto ni cómo influye en la vida. Una clasificación común entre seres humanos, de hecho, se da en dos categorías excluyentes: los dignos y los indignos. En esta dicotomía no hay medias tintas, se es o no se es. Nadie puede ir por la vida fingiendo dignidad, porque no es una cualidad que se exhiba sino que radica en el interior. Por cierto, la indignidad es contagiosa y muy fácilmente se pega cuando uno se relaciona con personajes, principalmente políticos, que la presumen.
Una persona digna es la que se comporta de manera honrada, respetable, íntegra y pundonorosa; al mismo tiempo, es una que jamás pierde el decoro, ni el orgullo ni el honor. En su nobleza radica el valor que la sociedad le asigna y es todo lo contrario a una gente indigna; es decir, aquella que es inferior tanto en calidad como en mérito a sus propias circunstancias. Eso sí, no hay que olvidar que hay tanto dignos como indignos en todas las clases sociales. No importa la posición económica de la que uno provenga, la cualidad de dignidad es inherente a cada ser humano concreto.
Desde la filosofía más clásica, la dignidad se ha explicado siempre por la autonomía que tiene cada ser humano. Por eso, los grandes pensadores, desde Platón hasta Kant, no dudaron jamás en apuntar que la dignidad es lo mismo que el honor. Atendiendo a esto, ¿podemos decir que, actualmente, en San Luis Potosí vivimos entre mujeres y hombres dignos?
Pienso que, como en muchos otros lugares, nuestros políticos han capturado la atención de parte de la población para arrancarles la mucha o poca dignidad con que contábamos. Bastantes de nuestros conciudadanos se han convertido en esclavos sin voluntad, sin esforzarse en estudiar y trabajar para superarse. Seguramente piensan que no importa qué digan ni hagan, seguirán recibiendo los engañosos “beneficios” otorgados por el gobierno del estado, sin entenderlos como una trampa para quitarles el voto con el que les seguirá medrando quien los gobierna.
En esta vida nada es gratis. Todo tiene un costo que no tiene que pagarse forzosamente de inmediato. Casi siempre lo cobran cómodamente en las elecciones donde quienes nos dan lo mínimo no dejan de enriquecerse para mantener una vida superflua y una fortuna que envidiarían muchos magnates.
Así, por ejemplo, cuando nos dicen que entrar a la Fenapo es la feria más grande y hermosa de mundo, además de que es totalmente gratis, tanto la entrada como los juegos y asistir a los conciertos, nos están atrayendo a la boca del lobo. El precio de este evento es carísimo y en mantenerlo se tiran millones y millones de pesos con los que se podrían equipar y surtir hospitales, incluso pagar las pensiones y jubilaciones de maestros y otros trabajadores del estado que viven cada día con más carencias. Con ese dinero, bien podría pagársele a la UASLP los millones que se le adeudan, al igual que a los proveedores de servicios y materiales a los que han llevado a la quiebra. Por eso no se crea nadie eso de la gratuidad de esa feria, pues en realidad nos está costando una cantidad exorbitante de dinero.
Esto no es lo peor ni lo más grave, sino que, como cada año, se lucre políticamente con el hambre del pueblo. En estos días de feria, se llevará a cabo nuevamente una de las actividades más indignas: el regalo de las enchiladas. Como en años anteriores, va a anunciarse que habrá una comida gratis para todos aquellos que se formen para que les den un plato de enchiladas con un poco de frijoles. Entonces veremos, como siempre, a la prensa “centavera” publicar fotografías de las enormes colas, acompañadas de entrevistas en las que los hambrientos se desgañitarán dando gracias al gobernante y al patronato de la feria. Algunos, conmovidos hasta las lágrimas, señalarán que ya están en espera de su nueva despensa, de su garrafón de agua y de su kilo de tortillas. Todo “gratis”, a sabiendas de que siempre habrá quien le venda su alma al diablo que en este rinconcito de la Patria, parece no vales más que un platito de enchiladas.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

RAMÓN ORTIZ AGUIRRE
Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.