El Alfil Negro
SITIADOS
Por Ramón Ortiz Aguirre
“Tempus fugit”
(El tiempo huye)
Hemos estado viviendo bajo la práctica de sitiar ya no solo a una ciudad, sino a todo el país. Sin embargo, lo sucedido en la semana que acaba de concluir nos obliga a pensar cómo eliminar esta nefasta práctica, digna de un estado de guerra y que, desafortunadamente, se extiende cada día más.
Ya no se trata solo de bloquear a los habitantes de una colonia o barrio cuando las llamadas “organizaciones civiles” se manifiestan exigiendo alguna causa justa. Las más de las veces, esta situación obedece únicamente a los deseos políticos y económicos de aquellos que dicen ser líderes de un reclamo popular.
Sitiar una ciudad significa cercarla militarmente para impedir que quienes están dentro puedan huir o recibir ayuda exterior. El objetivo es obligar a la rendición por hambre, agotamiento o mediante un ataque final; es un bloqueo militar prolongado. Esto no es nuevo, se practica desde hace siglos, pero a los mexicanos ahora nos toca vivirlo de una forma diferente.
No nos tiene cercados ningún ejército. El sitio ha sido tomado por diferentes grupos sociales convencidos de que causar un grave colapso en la comunicación con la ciudadanía les rendirá frutos. Creen que el chantaje es legal y necesario.
El objetivo de estas acciones es tomar el control de la ciudad, las carreteras, los aeropuertos y las aduanas. En resumidas cuentas: secuestrar todo lo que pueda ocasionar un problema para el gobierno y la ciudadanía, ya sea por la fuerza o por el desgaste de sus defensores. El método es rodear por completo un lugar, bloqueando todas las entradas y salidas.
Las tácticas a menudo incluyen el corte de suministros de alimentos y agua, además de negar el derecho a la libre circulación. El propósito es claro: evitar que las personas se muevan con libertad y lleguen a padecer la falta de alimentos para la subsistencia. Buscan detener el movimiento de la economía para ocasionar un daño que obligue al gobierno a cumplir todas sus demandas, sean o no justas.
Los bloqueos recientes en prácticamente todas las carreteras importantes del país se han argumentado bajo el bajo precio de los productos del campo, el alto nivel de robo y ataques a los camioneros, o la protesta por una nueva Ley de Aguas (la cual, dicho sea de paso, desconocen). A esto se suman los movimientos del magisterio de la CNTE, que ya encontraron el caminito para fastidiar a sus alumnos al negarles el derecho a una adecuada educación en las aulas.
El problema no es nuevo. Es una práctica que históricamente se dejó crecer a nivel nacional. Inclusive se fomentó creando organizaciones como Antorcha Campesina, Antorcha Popular, El Barzón y una serie de innumerables organismos estatales y municipales. A eso agregue el tiempo que tardan en reparar carreteras, la falta de planeación en el desarrollo de vías de comunicación, los desastres naturales y los ataques tanto del crimen organizado como del desorganizado.
En San Luis Potosí todos estos factores se presentan y tienden a crecer de forma lamentable y a paso acelerado. Prácticamente no hay semana en que grupos de habitantes de cualquier colonia bloqueen calles por falta de agua y otros servicios. Pareciera que ni INTERAPAS ni la Comisión Estatal del Agua tienen el más mínimo interés en remediar esta situación.
Antes, un viaje a una ciudad cercana no pasaba de dos horas, e ir a la Ciudad de México tomaba unas cuatro horas y media. Hoy, eso es cosa del pasado. Viajar por carretera a la capital del país nos puede llevar el mismo tiempo que un viaje en avión a Europa o al Lejano Oriente.
No estoy exagerando. En días pasados, uno de mis hijos tardó más de 14 horas en llegar a la Ciudad de México. Poco antes, a mí me llevó 8 horas llegar al mismo destino. A unos conocidos, ir en esas fechas a Oaxaca les tomó 24 horas. Para ponerlo en perspectiva: un viaje hasta Tokio a mí me tomó 17 horas con escala en Houston.
Viajar en avión desde San Luis Potosí a CDMX dura apenas una hora con 12 minutos, pero los precios son un verdadero espanto. El más barato en un solo trayecto es por Volaris, con un costo de $2,884.00; el más caro, en Aeroméxico, alcanza los $6,040.00. Resulta más barato volar a Cancún. Hasta hace poco había un vuelo por TAR a Puerto Vallarta con una tarifa de $3,271.00, ida y vuelta. Si usted quiere viajar a Europa, es más barato. Existe un vuelo de Querétaro a Madrid con una tarifa en temporada baja de $5,976.00 (y en alta de $7,879.00).
Como ve, la ciudad de San Luis Potosí está sitiada. Tenemos prácticamente cerradas las carreteras y, cuando se puede circular, el periplo es un verdadero calvario. No es fácil romper el cerco. Me pregunto si los gobiernos estatal y municipal no pueden negociar con aerolíneas más económicas, como Viva Aerobús o Mexicana de Aviación, para incluir vuelos al AIFA.
La verdad es que no se les ve la más mínima intención de que los potosinos podamos viajar a un precio accesible. Sé bien que no solo es negociar con las líneas aéreas, sino hacer gestión con el gobierno federal. Pero como a nuestras autoridades no les afecta ni el tiempo ni la cartera —pues todos sus viajes se pagan con nuestros impuestos—, el resultado es evidente: que el pueblo sufra el encierro; ellos, definitivamente, no lo harán.
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Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.
RAMÓN ORTIZ AGUIRRE
Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.