Los Expedientes del Imperio
Por Jaime Contreras Huerta
Álvaro Matute y la historia de la Revolución Mexicana
El Doctor Álvaro Matute es considerado uno de los historiadores más relevantes en México por su valiosa aportación a la historiografía de la Revolución Mexicana. Una de sus aportaciones más significativas es la de proponer una periodización sobre este hecho histórico adoptando la tipología del historiador Bernard Lewis, al caracterizar al periodo revolucionario en tres momentos distintivos. El primero, como una historia recordada que corresponde a la visión oficial y monolítica de la Revolución, donde la interpretación histórica estaba condicionada por el estado y sus necesidades políticas con el fin de configurar, en la memoria colectiva oficial, aquello que los gobernantes y la institucionalidad consideraban digno de ser recordado a favor de un nacionalismo e identidad mexicana.
Un segundo momento, es la etapa donde los historiadores reconstruían la revolución persiguiendo propósitos específicos en gran medida ideológicos. Esta fase respondía a nuevas necesidades interpretativas con riesgos de distorsionar o reinterpretar los hechos según marcos teóricos o políticos específicos. El tercero, corresponde a la etapa de revisionismo historiográfico donde, particularmente desde los años setenta, los historiadores comenzaron a recuperar fuentes olvidadas y a profundizar en archivos, así como a presentar interpretaciones críticas que se enfrentaban a la narrativa oficial. Esta fase se caracterizó por el surgimiento del trabajo académico para la interpretación y la escritura de la historia con mayor rigor.
Una aportación metodológica relevante de Álvaro Matute es reconocer que la Revolución Mexicana no fue un fenómeno homogéneo, ya que, al estudiar el proceso revolucionario, comprendió que existía una diversidad regional, donde el “movimiento armado cobró formas distintas y complementarias según los espacios geográficos e históricos”. Esta comprensión lo llevó a formular el concepto de la "universalidad de lo local", mediante el cual argumentaba que las generalidades de un amplio proceso histórico, como el de la Revolución Mexicana, podían entenderse mejor a través del análisis profundo de lo particular y lo regional.
Matute concibió la historia como una disciplina no desvinculada de la vida común, sino como un género literario dotado de rigor científico. Es por eso que enfatizó la importancia de la calidad literaria y del lenguaje en la escritura de la historia, argumentando que los historiadores deben ser también escritores. Para él, la fuerza del lenguaje en el oficio del historiador otorga connotaciones importantes en la comprensión de la historia. Matute también defendía una concepción de la historia vinculada a la ética y a la formación de valores, creía más en la historia como maestra de la vida, que en una historia pretendidamente neutral. Consideraba que, si la historia no servía para enseñar y formar, entonces no tenía sentido dedicarse a ella. Para Matute, la función fundamental de la historia es proporcionar una conciencia basada en valores.
El pasado no debía verse como algo ajeno y externo a la vida actual porque el pasado se relaciona con el presente mediante una revaloración crítica y consciente del acontecer histórico. “El pasado no sirve para prever ni para condenar de manera absoluta, sino para modular nuestras posibles respuestas ante el presente”. La historia permite liberarnos del peso del pasado "no a través del olvido sino de una memoria al servicio de la vida"
En su análisis de la historiografía mexicana del siglo XX, con énfasis en la historiografía positivista del siglo XIX, Matute identificó que esta corriente de pensamiento fue desintegrándose entre 1911 y 1935 para dar apertura a visiones críticas como las de Antonio Caso, José Vasconcelos y otros intelectuales mexicanos que rechazaron la visión mecanicista y determinista del positivismo para dar paso a nuevas formas de hacer historia más complejas y reflexivas con las cuales fue posible abordar la historia de la Revolución Mexicana desde múltiples aristas que incluyeron a actores (protagonistas del proceso), escenarios (espacios geográficos e históricos) y acciones. Esta triple perspectiva fue imprescindible para comprender la complejidad del fenómeno de la Revolución Mexicanasin caer en interpretaciones monolíticas o simplistas.
Álvaro Matute obtuvo el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades (1997) por sus valiosas aportaciones a la historiografía mexicana y el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2008). Fue miembro de la Academia Mexicana de la Historia y fundador de la cátedra de Historiografía Contemporánea de México en la Universidad Autónoma de México. El trabajo riguroso y renovador que otorgó a la historiografía de la Revolución Mexicana es fundamental para combinar análisis crítico, metodología sólida y una lectura precisa de fuentes. Su obra es relevante para comprender a la Revolución Mexicana, no limitada a un conflicto armado, sino como un proceso social, político e ideológico en constante construcción. Destacó la diversidad de actores y visiones del movimiento revolucionario con lo que fue posible abrir nuevos caminos para interpretar el pasado con mayor rigor y complejidad.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.
JAIME CONTRERAS HUERTA
Maestro en Historia por el colegio de San Luis A.C. y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.