Los Expedientes del Imperio


Por Jaime Contreras Huerta
Demasiados para una sola democracia
Cada seis años, después de la elección presidencial, el Instituto Nacional Electoral (INE) convoca a organizaciones que buscan convertirse en partidos políticos nacionales. Este mecanismo, concebido como una oportunidad de renovación democrática, devela un síntoma de fragmentación y de agotamiento del sistema partidista en México.
En el presente año, 81 organizaciones recibieron autorización del INE para iniciar su proceso de registro como partidos políticos, ya que, de 89 solicitudes, ocho quedaron fuera por incumplimientos a los requisitos iniciales. Esta cifra podría considerarse como un signo de vitalidad democrática, de pluralidad y participación. Sin embargo, el número de organizaciones que aspiran a convertirse en partidos políticos son una suerte de paradoja. Es decir, mientras los partidos se multiplican, la confianza ciudadana en ellos va a la baja.
No es casual que buena parte de las “nuevas organizaciones” estén encabezadas por personajes conocidos en el ámbito político, tales como exgobernadores, exdirigentes partidistas, exlegisladores o personajes que ya fueron parte del sistema y que buscan una segunda oportunidad con un nuevo nombre. Ulises Ruiz, Guadalupe Acosta Naranjo, Fernando González Sánchez o el propio Eduardo Verástegui, con su movimiento de ultraderecha, aparecen como rostros de un reciclaje político que difícilmente pueden presentarse con una propuesta de renovación. Es como si los partidos hubieran dejado de ser instrumentos de representación para convertirse en marcas políticas desechables, que cambian de nombre cuando pierden mercado.
Este fenómeno no es nuevo. En 2013, Morena surgió del mismo proceso de registro, pero fue un caso excepcional por tratarse de una estructura social y política con arraigo, liderazgo y proyecto claro. En cambio, de los más de cien intentos registrados en 2019-2020, solo tres obtuvieron el registro: Redes Sociales Progresistas, Encuentro Solidario y Fuerza por México, pero dos años después desaparecieron por no alcanzar el 3% de los votos. La lección les mostró que la proliferación de partidos no garantiza la pluralidad, como tampoco el número asegura representatividad.
Se trata de un problema cultural y político donde las reglas electorales permiten la apertura, pero la cultura política no produce proyectos sólidos. Muchos de estos nuevos intentos responden más a intereses personales o de grupo que a convicciones ideológicas. En este contexto, el registro se convierte en una especie de franquicia electoral que da acceso a recursos públicos, tiempos oficiales y visibilidad mediática que, frente a la mirada de los ciudadanos la conformación de un partido político no es un espacio de deliberación ciudadana, sino la posibilidad de crear una empresa de rentabilidad política.
Frente a esta proliferación de aspiraciones partidistas, el ciudadano promedio se siente cada vez más ajeno. En lugar de ver nuevas opciones, percibe un ruido constante de siglas, nombres y promesas recicladas. Lo paradójico es que mientras más partidos aparecen, menos se identifica la gente con alguno. La saturación no genera diversidad, sino desconfianza. Y cuando la política se vuelve un catálogo de marcas sin contenido la democracia corre el riesgo de convertirse en un ritual vacío.
Por eso, vale la pena preguntarnos: ¿qué significa hoy crear un partido político? ¿Es un acto de compromiso con una causa pública o una estrategia para sobrevivir dentro del sistema? La oposición debe entender que México necesita nuevas formas de organización ciudadana, pero no necesariamente más partidos. Necesita movimientos capaces de reconstruir la relación entre la sociedad y la política, donde el ciudadano deje de ser espectador y recupere su papel de protagonista.
El INE cumple con su papel al garantizar el derecho de asociación política. No obstante, el fondo del problema no puede resolverse desde la norma, sino desde la conciencia ciudadana. Las leyes pueden permitir que haya 81 nuevas organizaciones, pero solo la decisión política de la ciudadanía decidirá cuáles merecen existir. Es viable considerar que el verdadero desafío democrático no está en registrar más partidos, sino en formar ciudadanos con pensamiento crítico y exigir coherencia a quienes buscan representarnos. De nada sirve tener docenas de emblemas si detrás de ellos no hay ideas, ética ni compromiso con el bien común.
En los próximos meses, el INE tiene la responsabilidad de verificar cuatro aspectos, antes de otorgar el registro a un nuevo partido político:
Garantizar la validez y autenticidad de todas las afiliaciones que recabe la organización en la celebración de asambleas, mediante una aplicación móvil o a través de cédulas en papel cuando dichas asambleas y/o afiliaciones ocurran en lugares sin conexión a internet.
Asegurarse que no participen entes prohibidos (por ejemplo, sindicatos, iglesias o gobiernos) en la celebración de asambleas o al recabar afiliaciones.
Verificar que las ciudadanas y ciudadanos que se afilien se encuentren vigentes en el padrón electoral y que no exista doble afiliación entre organizaciones que buscan constituirse como partidos políticos y aquellos que cuentan con registro vigente.
Verificar que se cumplan las obligaciones de fiscalización.
La historia reciente muestra que cuando la ciudadanía se organiza con propósito, logra transformarla realidad sin necesidad de siglas partidistas. Tal vez el futuro de la democracia mexicana no dependerá de cuántos partidos tengamos, sino de qué tan capaces somos de construir ciudadanía.
Como ciudadano, observo con esperanza y cautela este nuevo ciclo. No me asusta la pluralidad, pero sí me preocupa la banalización de la política porque la democracia no se fortalece sumando registros, sino multiplicando conciencia. En este sentido, más que nuevos partidos, México necesita nuevos ciudadanos para comprender que estamos hartos de tantos partidos y mañas para su democracia.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

JAIME CONTRERAS HUERTA
Maestro en Historia por el colegio de San Luis A.C. y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.