El alfil negro

Por Ramón Ortiz Aguirre

El beso y el abrazo de la hipocresía

“Odia multorum sub osculo latent”

(Los odios de muchos se esconden bajo un beso)

 

Llevo varios meses observando el festival de la hipocresía electoral y en los próximos meses será muy difícil dejar de mirarlo: en todos lados y a todas horas los medios tradicionales y electrónicos nos mostrarán a candidatos y candidatas repartiendo besos y abrazos. Todo esto me produce náusea y escozor y en el fondo me parece tan violento como una escena digna de película de Tarantino. Sé muy bien que siempre es lo mismo, y que históricamente esto de la hipocresía se da en cualquier campaña política sin importan su nivel: lo mismo lo reproduce quien busca la presidencia del país, com quien solo quiere un puestito para vivir del erario sin esfuerzo ni recato.

 

Tengo un amigo que se dedica a las campañas políticas y él me comenta que esta estrategia siempre es la misma. Ni importa el partido, nada cambia, y se basa en un método muy sencillo: la o el candidato se acerca a alguien de la multitud que lo rodea en alguno de sus actos, sorprendido de haber sido llamado por su nombre propio, para luego envolverlo en un abrazo en el que escucha que es amado, querido y respetado porque él es la última esperanza del pueblo para salir adelante. Apenas escucha esto, la o el interpelado se emociona hasta las lágrimas, le planta un beso en la frente o en la mejilla, se funde todavía más profundamente en el abrazo y finalmente le promete que, una vez que gane las elecciones, volverá para cumplir su palabra de honor. Ojo, eso sí, es un requisito indispensable que quienes se acercan para este intercambio sean gente contratada desde un principio para hacerlo. Hagan de cuenta que es como con las plañideras en los velorios, solo que aquí las pasiones se desbordan para salir en la foto y sacar una buena foto o un buen video para la campaña.

 

A los políticos poco o nada les interesamos. Es más, ni nos conocen y hasta nos niegan. Esta clase de rituales que vemos repetirse cada tres años, son más que nada el testamento de su hipocresía.  Un excoordinador de campaña para un partido de derecha me cuenta de una candidata que, tras la sesión de besos y abrazos, procede a desinfectarse con gel antibacterial, y que incluso se ha bañado y cambiado de ropa para ir de un mitin a otro. Incluso se sabe que ha pedido a su equipo que le consigan gente “más bonita y fina” para esos espectáculos. Dicen que no está dispuesta a besar niños con mocos, ni a viejitos olor a naftalina y orines, y que prefiere, en la medida de lo posible, que le lleven a la gente bien limpia y arreglada.

 

Muy pocos políticos, son sinceros en el abrazo y el beso que entregan a quien se les acerca; de hecho, estos hombres y mujeres pueden ser contados con los dedos de una mano. En la era de las redes sociales y las selfis, las imágenes de los falsos besos y abrazos son compartidas y guardadas a una velocidad vertiginosa. Pero así de rápido son también olvidadas y archivadas: son el testimonio de un momento que se vivirá de la misma exacta manera en la siguiente campaña electoral.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

RAMÓN ORTIZ AGUIRRE

ramon.ortiz.aguirre@gmail.com

Originario del Centro Histórico de San Luis Potosí, Profesor Investigador de la Facultad de Ingeniería de la UASLP y Jefe de la División de Difusión Cultural de la misma institución, actualmente jubilado. Especialista en agua y medio ambiente.

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