Torre Cultural
Por Pedro Félix Gutiérrez
El niño de la campana
Recuerdo que estando en La Habana en la Universidad escuché a Silvio Rodríguez cantar: "Siempre que se hace una historia se habla de un viejo o de un niño decir. Pero mi historia es difícil no voy a hablarles de un hombre común, haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia, es una historia que tiene que ver con el curso de la vía láctea. Es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada..."
Y es que así parece ser el estado de indefensión en que se encuentran miles de niños en nuestro país y en el mundo en general, son historias enterradas, escondidas, que se vuelven leyendas urbanas. Como la que acaba de conmover a una gran parte de la población de la zona de El Saucito, allá hacia el norte de la ciudad potosina en esta capital. Una zona de pobreza, de gente luchona en sus puestos de comida de gran tráfico vehicular y de integración rural-urbana, con todo ese misticismo tradicional alrededor de las ceremonias de la Iglesia y sus enormes paredes llenas de cuadros exvotos.
Recientemente empezaron a sonar las campanas de la Iglesia del Señor de Burgos, que así se llama el Señor de El Saucito. Una anciana envuelta en su rebozo preguntó afirmando: "Suenan chistoso las campanas". Su interlocutora, otra anciana -ambas señoritas- le contestó en voz baja: "Las campanas suenan a duelo, ¿Por qué? ¿Quién se murió?" Y ella le contestó: "Desde el lunes pasado suenan así de chistoso antes de las siete y oigo porque no vivimos lejos del templo".
Ese tono de campanas es de duelo porque alguien falleció. Frente a ella estaba la fotografía de un niño sobre una mesa y un sobretodo de flores de los que van sobre las cajas de muerto. Y una veladora grande frente al señor de El Saucito en el altar de la adoración perpetua y puesto ahí por su festividad. Vuelven a sonar las campanas.
Regreso a La Habana: ¿Por quién doblan las campanas? es una novela que Ernest Hemingway que ahí escribió por los 40´s. Él vivió en Cuba y se hizo amigo de Fidel Castro. Se la pasaba entre "El Floridita" donde invento el daikiri, y "La Bodeguita del Medio" en donde bebía "mojitos".
En la introducción de su novela dice: "Que nadie es una isla completa de sí mismo, cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra, si el mar se lleva esa parte, en el caso de Europa por ejemplo, ésta se queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de alguno de nuestros amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la comunidad y, por consiguiente, nunca hagas por preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti ..."
Y este es el caso estremecedoramente coincidente, el premio para el niño fue subirse a la torre a tocar la campana para recibir la entrada de cera de una procesión en honor del Señor de El Saucito, subió alegremente, eso le gustaba, casi toda su vida ayudando ahí en la Iglesia de acólito, era un premio por ser bien portado, un privilegio que le quitó la vida.
"¡Y la campana lo mató!", dijo la anciana, el enorme badajo lo golpeó en forma inmisericorde y la campana encima -dicen que entre veinte no la podían mover-. Subieron a buscarlo porque no bajaba y, aterrorizados, se dieron cuenta del suceso. Cuando llegó al hospital ya iba muerto. "¡La campana lo mató!". Las dos ancianas se persignan, hacen la señal de la cruz y lloran.
¡Viera que bonito entierro! Una multitud cargada de flores lo acompañó, parecía que traían un santo. Iban cargándolo en andas... donde oí eso por primera vez fue en la canción de la niña de Guatemala que escribió José Martí, a una novia que se suicidó porque no se casó con ella: "Iban cargándola en andas obispos y embajadores, detrás iba el pueblo en tandas todo cargado de flores..."
¿Cuántas ilusiones rotas?, ¡cuántos sueños terminados! Quizá pensaba ser ingeniero, doctor, no sabemos.
Tendría unos trece o catorce años. pero ¿quién era? ¿A qué familia pertenecía? No lo sabemos. Por aquí andaba una tía de él llorando desconsolada, no lo podía creer. Él siempre tan metido aquí en la Iglesia siempre ayudando. Que hubiera sucedido que se le cayó la campana nunca había pasado una historia así, él tocaba la última de misa.
El trabajo infantil es el otro rostro de la pobreza, la cara oculta de la luna, con demasiada frecuencia nuestros niños se convierten en pesadillas al afrontar sucesos, exponiéndose, terminando, los niños que trabajan, que migran con sus padres, que comen lo que les den en la calle para matar el hambre.
Los niños están ausentes de todo, de pronto se convierten en cualquier cadáver. Sólo puede escribirse también lo que no se conoce. ¿Para qué crear espacios de incertidumbre? Lo desconocido siempre está peligrosamente cerca y, por lo tanto, a veces pensamos que muy lejos.
Los derechos de los niños, nuestros protegidos, son un conjunto de normas internacionales que los amparan a ellos hasta determinada edad. Todos y cada uno de los derechos de la infancia y la juventud son inalienables e irrenunciables, por lo que ninguna persona puede vulnerarlos o desconocerlos, bajo ninguna circunstancia. ESTA ES LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL NIÑO.
La construcción sociocultural de la infancia en la actualidad está en riesgo y no sabemos ver, ni cuidar, ni atender y no arriesgar una vida. Lo seguimos haciendo, indiferentes a lo que suceda, al fin hay muchos y el material es inagotable. ¡Niño de la campana descansa en paz!
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP
Es académico investigador por la UASLP la cual ha publicado sus libros es considerado buen escritor y poeta sus columnas periodísticas son culturales