EL MONSTRUO DE TAMUÍN

El Monstruo de Tamuín

En esta columna, en diversas entregas, he abordado varias historias que han sido llevadas a la radio, cine, televisión y, ahora, al streaming, destacadamente la plataforma Netflix, que acaba de comprar a Warner Bros, uno de los estudios con más historia en Hollywood, en 82 mil 700 millones de dólares, incluido HBO, lo cual la convierte en la máquina más poderosa de las industrias culturales en el mundo.

Lo mismo hemos hablado de Las Poquianchis en la serie "Las Muertas", en parte filmada en locaciones de San Luis Potosí, dirigida por Luis Estrada que adapta la novela de Jorge Ibargüengoitia sobre el caso real de las hermanas González Valenzuela que operaban una red de prostitución y trata en Jalisco y Guanajuato, con humor negro y sátira, mostrando la corrupción de la época. 

También comentamos la serie Monster de la misma Netflix que, con gran éxito, ha difundido las historias de Jeffrey Dahmer (2022) y los hermanos Menéndez (2024). En la tercera temporada sacaron el caso de Ed Gein, uno de los asesinos que inspiró a personajes icónicos del cine de terror. No podemos olvidar la clásica película "A Sangre Fría" (1967) dirigida, escrita y producida por Richard Brooks basada en el libro de Truman Capote sobre la tragedia en el pueblo de Holcomb.  

Es La historia es la de los cuatro integrantes de la familia Clutter, salvajemente asesinados en su casa, una tragedia que se enlaza con el linchamiento de Dick Hickock y Perry Smith, cinco años, cuatro meses y diecinueve días más tarde. El género: la nonfiction novel, una genial combinación de los elementos clave de los oficios de escritor y periodista.

Está la película biográfica "Capote" (2005), por la cual Philip Seymour Hoffman ganó un Oscar por su interpretación del autor mientras escribía la novela y el film "Infame" (2006), que es otra versión que narra los mismos eventos. Sin embargo, en San Luis Potosí tenemos nuestros propios monstruos.

Gracias a periodistas que han dado voz a víctimas de la violencia y la injusticia, como Gerardo Duque de Milenio, Juan Antonio González -que también narró los hechos para el mismo medio regio- ahora en Astrolabio al igual que Desiree Madrid, ha vuelto a resurgir el caso de Filiberto "N" y de las desaparecidas de Tamuín, entre 2010 y 2014: Itzel, Adriana, Dulce Ximena, Rosa y Eliehoenai, quienes desaparecieron entre 2010 y 2014.

El pequeño municipio huasteco, con no más de 30 mil habitantes, cercano a Ciudad Valles, fue un escenario del horror por un presunto asesino serial, aprehendido hace11 años,  y que aún no ha recibido una sentencia clara. Los familiares de las víctimas temen que pueda salir libre. En el caso de Dulce Ximena, de nueve años de edad, desapareció el 11 de abril de 2014. Sus restos fueron encontrados el 4 de julio.

El inculpado confesó haber violado, estrangulado y tirado entre cañaverales a cuatro menores y una mujer de 32 años, en el transcurso de casi cuatro años. Mencionó que conoció a Dulce Ximena porque vivía cerca de su casa y le hacía algunos mandados, además de que le platicaba los problemas que tenía con su familia.

Entre las 9:30 y 10:00 horas del 11 de abril, Filiberto "N" vio caminar a Dulce Ximena. Pasó por la casa del presunto feminicida. La niña lloraba. El maestro de zumba le llamó a la niña para hacerla entrar a su casa, donde, según la declaración ministerial, la violó y ahorcó para que no lo denunciara. Dos horas después la metió en una caja de cartón, la subió a su camioneta Explorer negra, condujo hasta un cañaveral en el Rancho La Puntilla. Entró al sembradío y abandonó la caja con el cadáver.

Cuando los policías y familiares le preguntaron si había visto a la menor dijo que no. El presunto asesino serial de Tamuín está preso en el Centro Estatal de Reclusión de Ciudad Valles, a disposición del Juzgado Tercero Mixto de Primera Instancia del Sexto Distrito Judicial por el delito de feminicidio contra Eliehoenai Chávez Rivera, empleada de una empacadora de Tamuín y que desapareció el 6 de mayo.
Estos son graves asuntos en el que la fiscal María Manuela García Cázares debe de aplicarse aplicarse a fondo y no permitir injusticias. El pasado fin de semana Milenio retomó el caso y puso las alarmas de que por no recibir sentencia pudiese quedar libre. Es una historia que haría temblar al público de Netflix: un exmilitar, catequista y maestro de karate que presuntamente asesinó a cuatro niñas y a una mujer joven. Le pusieron apodos que caben bien en un titular: “El estrangulador de Tamuín”, “El Multi feminicida”.

Es cómodo concentrar todo el horror en un solo rostro. Tranquiliza pensar que el mal es un individuo. La realidad es más incómoda: el monstruo no actuó solo. Junto a él, en otro nivel, hubo un Estado que falló una y otra vez. Y esa cadena de omisiones también mata.

Entre 2010 y 2014 desaparecieron y fueron asesinadas Itzel, Adriana, Dulce Ximena, Rosa y Eliehoenai. Niñas y una mujer que tenían nombre, casa, familia, futuro. No eran estadísticas; eran la vida cotidiana de Tamuín.

En 2014, Filiberto “N” fue detenido. Confesó asesinatos con un nivel de detalle que helaría a cualquiera. Después dijo que lo habían torturado. Se tardaron años en aplicar el Protocolo de Estambul. Cuando por fin se hizo, el dictamen fue claro: no fue torturado. 

Hasta ahí, la historia debería haber tomado un rumbo lógico: investigación seria, juicio, sentencia. Pero en San Luis Potosí, la lógica se dobló. La entonces Procuraduría estatal investigó mal: no recabó bien las pruebas, hizo peritajes deficientes, permitió que se perdieran años en trámites y amparos. La CEDH tuvo que decirlo con todas sus letras: hubo fallas graves en la integración de los cinco casos, responsabilidad de ministerios públicos, peritos y de la propia institución que debía procurar justicia. 

Mientras tanto, las familias se convirtieron en abogadas, peritas, activistas y veladoras humanas. Ellas hicieron lo que la autoridad no quiso o no supo hacer: presionar, revisar, insistir, volver a empezar. Tuvieron que ganar un amparo para que se re-investigara el caso de Adriana. Tuvieron que esperar confirmaciones forenses de restos de Rosa. Tuvieron que escuchar cómo se hablaba de penas de hasta 150 años… y aun así, la sentencia no llegaba.  

Diez, once años después, seguimos leyendo titulares que dicen: "Familias temen que el presunto responsable quede en libertad”. ¿Cómo se llama eso? Impunidad no; es algo peor: es revictimización planificada por omisión.

Para completar el insulto, en 2024 el gobierno retiró la Alerta de Violencia de Género en Tamuín. Sobre el papel, el municipio ya no estaba “en alerta”. En la vida real, las familias seguían visitando tumbas, marchando con fotos de sus hijas, y pidiéndole al Poder Judicial que hiciera lo mínimo: sentenciar a un presunto feminicida serial que lleva una década preso sin una condena clara. 

Y mientras las madres lloran, las colectivas que las acompañan han sido amenazadas y atacadas a balazos cuando salen a buscar desaparecidos. Así paga el Estado a quienes se atreven a ponerle nombre a la impunidad. 

En cualquier país que se respete, este expediente ya habría provocado renuncias, destituciones, investigaciones internas, sanciones penales a funcionarios y una disculpa pública de alto nivel. Aquí no. Aquí lo que se ha movido más rápido no son las sentencias, sino los discursos y los recortes de listón.

En Tamuín, una verdad incómoda está a la vista: No basta con detener a un asesino si el sistema que debía juzgarlo está roto. Y cuando el sistema está roto, cada día sin sentencia es una nueva forma de matar a las víctimas.

¿Qué hacer entonces?

1. Sentencia ya. No hay justificación jurídica para prolongar once años un fallo en un caso así. El Poder Judicial tiene que emitir una sentencia clara, completa, con perspectiva de género y reconociendo el carácter serial de estos feminicidios.

2. Responsabilidades internas. Los ministerios públicos, peritos y mandos que integraron mal las carpetas deben ser investigados y sancionados administrativa y, en su caso, penalmente. La negligencia que permite que un presunto feminicida serial pueda salir por un tecnicismo no es error: es complicidad por omisión.

3. Reconocimiento público del daño. El Gobierno del Estado y la Fiscalía deben reconocer que fallaron y pedir perdón a las familias. No con un boletín tibio, sino con un acto oficial que incluya compromisos verificables de no repetición.

4. Fortalecer de verdad la Fiscalía de Feminicidio y Desaparición. No como oficina simbólica, sino con personal especializado, presupuesto, independencia y obligación de rendir cuentas periódicamente sobre casos emblemáticos como el de Tamuín.

5. Revisar el retiro de la Alerta de Género. No se puede levantar una alerta mientras persisten casos sin sentencia y patrones de violencia. El mensaje que envía el Estado es: “ya cumplimos con lo mínimo, aunque las niñas asesinadas sigan esperando justicia”.

Las cruces rosas de Tamuín no son adorno ni “recuerdo doloroso”: son la prueba material de un Estado que llegó tarde, mal y a veces ni siquiera llegó. Las familias llevan más de una década haciendo lo que ninguna persona debería hacer: aprender de leyes, de protocolos, de amparos, para defender a sus hijas desde la tumba. No piden venganza. Piden algo mucho más difícil en México: justicia que llegue a tiempo.

Mientras Filiberto “N” sigue sin sentencia, el mensaje para cualquier feminicida potencial es simple y devastador: si el Estado se equivoca lo suficiente, hasta el peor criminal puede encontrar una salida. Ese es el verdadero horror de Tamuín. Y no se llama monstruo; se llama sistema de "justicia".

Simultáneas:

- No saldrá en libertad. Otro caso que ha estremecido a la comunidad es el del conductor presuntamente responsable del trágico accidente en el que falleció una familia de 4 integrantes. La fiscal María Manuela García Cázares aseguró que el señalado permanecerá en prisión. En forma rotunda negó los rumores que sugerían una posible liberación del implicado en el accidente ocurrido en el Río Españita. El caso sigue su curso legal para garantizar que se aplique la justicia correspondiente por la muerte de los integrantes de la familia. Se ha informado anteriormente sobre casos similares en los que conductores han sido sentenciados a largas penas de prisión por delitos de homicidio, como la sentencia de 175 años de cárcel para un hombre que asesinó a seis miembros de una familia en otro incidente. 

- Baby’O: la historia de un mito que atraviesa generaciones. En Vix está la historia de la famosa discoteca de Acapulco que de alguna manera inspiró a Arusha de San Luis Potosí, ambas influenciadas por Estudio 54 de Nueva York. No puede entenderse la historia de Acapulco y del Jet Set sin Baby'O. La década de los 80 y 90 lo consolidó como sinónimo de vida nocturna. Por sus pasillos desfilaron figuras como Luis Miguel, Bono, Rod Stewart, Michael Jordan, Elizabeth Taylor, Sylvester Stallone, Brooke Shields y el mismo Juan Gabriel. Fue escenario de grabaciones, videos musicales, fiestas privadas y programas de televisión. Su selección musical, centrada en disco, pop internacional y éxitos reconocibles, ayudó a construir un ambiente que favorecía la nostalgia tanto como la celebración.

-“El clásico de Acapulco”. Con la llegada de los años 2000, su papel cambió, pero no desapareció. Aunque otras discotecas se volvieron más populares para los jóvenes, Baby’O se mantuvo como una institución para el Jet Set nostálgico, turistas fieles y visitantes que buscaban revivir “el clásico de Acapulco”. El golpe más duro llegó durante la pandemia. En septiembre de 2021, mientras el lugar permanecía cerrado, un incendio provocado destruyó prácticamente todo el interior. El caso se manejó mediáticamente en el contexto de problemas de inseguridad y extorsión que afectaban al puerto. La imagen del antro reducido a cenizas generó una impresión casi simbólica: uno de los últimos íconos de la Acapulco dorada se había apagado. Aun así, sus dueños decidieron reconstruir. El camino fue lento —entre trámites, seguros y la situación general de la ciudad—, pero Baby’O logró reabrir, devolviendo a Acapulco un punto de referencia de su identidad nocturna. La devastación del huracán Otis en 2023 puso otro obstáculo, y al mismo tiempo convirtió su nuevo renacimiento en un gesto de resistencia del propio puerto. En 2025, Baby’O sigue siendo un lugar distinto al de hace treinta años, pero conserva el peso simbólico de un mito que se niega a desaparecer.

¡Hasta el próximo lunes!

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