Reina del mediodía

Por Jorge Ramírez Pardo

Mi abanderada de 99

Conservas la elegancia de abanderada y la dulzura ganada con lustros y más lustros de vida con empeño y congruencia.

Hasta el asunto de los credos, durante tu juventud cargados de dogmatismos, culpa y pecado, con el tiempo y las vivencias propias, alcanzaron para ti, por ti y los tuyos un aire innovador de ser en relatividad, contrario al fatalismo inducido desde antaño.

Eres la abanderada.

 

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Gualupita, eras, eres y serás nuestra abanderada.

Lo fuiste para tu compañero Gabriel y para Rosita.

Para Guadalupe, tu progenitora, y los hermanos Víctor, Jorge, Socorro, Raúl, Rosita y Héctor.

Lo eres y serás para Gabriel II, Jorge, María Eugenia, Silvia, Lupita, Irene, Carmelita y Alex.

Para la siguiente generación de Mónica, Gabriel III, Juan Pablo, Mingo G., Hugo, Karla, Luis Fernando, La China, Marco, Gerardo, Susana y María Paula.

Para otra generación más, la de Alejandro, María Gabriela, Mariana, Josué, Mingo II y Mateo.

Hay familia y con abanderada de lujo.

 

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A los 12 años ya sabías de la orfandad de padre y te hiciste aliada de otra Lupe, tu progenitora, mujer antigua de lutos severos y acendrados sufrimientos endógenos. Pero había brillo en el trabajo temprano, la solidaridad y solidez fraterna, en el trabajo, el estudio formal y no.

Fue cuando, escolar destacada y practicante de deportes, te eligen para portar la bandera de tu academia.

 

  • Lupita, queremos que vayas con la delegación estatal a las ceremonias patrias en el zócalo de la ciudad de México, tú como la abanderada nuestra.
  • Pero, en la casa apenas salimos con los gastos, y eso ha de ser costoso.
  • Una tía mía te puede hospedar y darles los alimentos a ti y un acompañante de tu familia. Ustedes nomás consigan el pasaje del tren.

 

Una niña/joven de academia de barrio rompe inercias y se embarca en un sueño, acompañada por Víctor, su hermano mayor, conocer México y estar cerca del presidente, quien decretó el año pasado la expropiación petrolera.

Se rompió en ese momento y por tiempo breve y específico el anonimato de una mujer/niña disciplinada, discreta, dulce y generosa como lo sería toda la vida hasta sus actuales 99.

Pu, pu, chucu chu. El tren, los paisajes camineros. Con emociones a cuesta, casi no dormiste y descienden en la estación Buenavista, umbral para la metrópoli, para ir al cercano paseo de la Reforma, los palacios, jardines, para visitar el lago y el castillo de Chapultepec. Sinfonía de sensaciones discretas e internas, porque ni tu ni Víctor se extrovierten de continuo.

 

16 de septiembre de 1939.

Son las 10 de la mañana, la plancha del zócalo congrega delegaciones de los (entonces 29 estados mexicanos, Baja California Sur y Quintana Roo, aún son entonces territorios, como las ínsulas de los litorales mexicanos).

La consigna es elegir a una persona por cada estado a quien el presidente Lázaro Cárdenas abanderará. Hay una veintena de colegios y escuelas potosinos. Las hay representantes de planteles con numerosos alumnos y hasta con abolengo de clase. La tuya es academia pequeña y de barrio. Pero, qué barrio, el de San Miguelito, el de la canción de película.

Llega lo inesperado e, incluso, inimaginado, te eligen a ti, Lupita. Eres seleccionada de entre el contingente potosino para recibir la bandera de manos del presidente de México, y qué presidente, el de la expropiación.

Algún día tú y tus hijos mayores volverán a ver en Uruapan –tú de lejecitos, los niños se acercaron a platicar con él- a Lázaro Cárdenas, ya como ex presidente y llamado Tata Lázaro por indios y mestizos. Iba con frecuencia a Uruapan y tus hijos eran compañeros en primaria de algunos de sus sobrinos nietos.

Total, girones pueblerinos de trascendencia nos seguían con tu magnetismo contagioso.

¿Te acuerdas?, era un país con muchos pobres como ahora, pero se notaba menos por tan marginados en algunas geografías de México y en los núcleos indígenas, con pocas excepciones como en Uruapan, Pátzcuaro y la sierra Tarasca, gracias con mucho a los Tatas, Vasco de Quiroga, y Lázaro.

 

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Pero ese día aludido, el del abanderamiento en el zócalo antes del desfile tendrá pregnancia particular  en tus recuerdos juveniles evocables.

La mañana del 17 de septiembre regresas al anonimato del barrio de San Miguelito, pero las experiencias hasta ese día inéditas y el camino andado, pu pu, chucu chu, dejó huella.

Doña Lupita, mañana cumples 99 años. Y eres/estás dulce, lúcida y bromista. Eso alienta la fiesta.

Cuando tu vida ha sido de generosidad y congruencia, te devuelve alientos de una infancia feliz –a pesar de los dolores, como también ser huérfana de madres mese después del abanderamiento-, capacidad de superar pérdidas y sinsabores, tolerancia y tino para concertar discrepancias. No cualquiera y ese ejemplo es un legado.

Esto es ganas y motivos para vivir.

 

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Tú y  Gabriel abrieron horizontes inusuales y dieron oportunidades en distintos confines geográficos. Eso es herencia. Luego, cada quien ha transitado en sus propios navíos, con los remos elegidos, arados propios y nuevos caminos.

 

Las estrellas del universo cercano lo saben. Flotamos en barruntos de utopía.

 

En común vivimos multiculturalidades y abrevamos códigos de ética, tolerancia, sentido de pertenencia y capacidad para digerir adversidades.

 

Gracias Gualupita, eres nuestra abanderada amorosa/amada, y salud por tus primeros 99.

 

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Ajedrez Político SLP.

JORGE RAMÍREZ PARDO

Periodista cultural y divulgador científico

Potosino, con estudios de Cinematografía y de Periodismo en la UNAM. Realizador de cine. Docente en la UNAM, Colsan e ILCE/OEA y (actualmente) en el Centro Universitario de las Artes de la UASLP. Tallerista para UNAM, SEP y Unesco, en tecnológico, universidades mexicanas y para el ministerio de Educación de El Salvador. Productor del diario fílmico CINECLUB enred@rte.

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